Al
leer El
Banquete de Platón y viendo el origen de lo que es la teoría del amor según él en sus “diálogos”, uno se pode darse cuenta de que lo que hoy se piensa sobre lo que es el amor platónico es prácticamente
diferente a lo que Platón escribió
sobre el amor. El amor al conocimiento, a la sabiduría y a la belleza es lo que
Platón dice que está en el origen
del amor, fuera de toda realidad pasional. El amor se encuentra al tener una
visión “parecida” a la que tuvimos como almas en donde apreciábamos
fundamentalmente la belleza contemplando las “Ideas”. Y esa luz sobre la
belleza se arroja de repente a través de la vista volviéndola a encontrar en el
cuerpo de la persona a que se comienza a amar.
Platón definió al amor como un profundo
conocimiento de la otra persona después de la visión “halada” que nos hace
“recordar” la persona a la que comenzamos a amar. Pero Platón nos hizo ver que es un amor entre hombres que se trasmiten
conocimiento, amor homosexual, ya que la mujer en ese entonces era vista como
sujeto pasional de los deseos más eróticos y también como madre. Por tanto el
amor según Platón se produce entre
los hombres después de haber llegado a una plenitud en la comunicación sobre
conocimiento y filosofía, acercamiento que se produce después de la visión de
ese alma.
En
sus diálogos Sócrates le dice al joven Lisis: “el amor es desear que la persona
amada sea lo más feliz posible”, dice también, “lo semejante es amigo de lo
semejante”. Esta idea abre una polémica sobre la búsqueda de lo semejante a la
hora de ser atraídos por una persona, de lo cual trataremos más adelante.
“Doquiera que hay armonía y ritmo cabe hablar de la presencia del amor”.
Una
afirmación fundamental del amor en Platón
es la siguiente:
“El amor es una forma de necesidad que tiene
una meta y su relación con esta meta es de deseo, de exigencia. El amor anhela
siempre lo bello y lo bueno y, por tanto, no es ninguno de éstos sino algo
intermedio entre lo bello y lo bueno. El amor, dice, no puede ser considerado
un dios, porque si fuera un dios no amaría, puesto que en un ser perfecto es
imposible que haya anhelo, deseo o pasión. Por lo mismo, el Amor es un ser
entre mortal e inmortal, es decir, un espíritu.”
La
meta real del amor es la belleza, la cual, según Platón, no es diferente del bien. Esto significa que el amor busca
la felicidad, es decir, la posesión del bien, al cual tiende todo el género
humano.
Según
el filósofo griego existe una vía ascendente para conocer el verdadero amor,
para llegar a la contemplación de lo bello en sí. Se trata de un ascenso
erótico que contempla los siguientes grados:
1) El amor a la belleza corporal que
posee dos momentos: el amor a un cuerpo bello determinado y el amor a la
belleza corpórea en general.
2) El amor a la belleza de las almas,
es decir, a la belleza moral que se manifiesta en los quehaceres y en las
reglas de conducta de los hombres.
3) El amor a los conocimientos, el cual
trasciende la servidumbre de los seres concretos.
4) El amor a lo bello en sí, el cual es
el nivel supremo de amor y que se nos revela de súbito, cuando hemos recorrido
correctamente los senderos anteriores en todas sus etapas. Esta meta del amor
es la Idea misma
de lo bello en todo su esplendor. Ella es eterna, increada, imperecedera,
estable, porque es eternamente idéntica a sí misma. De esta Belleza en sí,
además, participan todas las cosas bellas.
La
otra exposición importante acerca del amor, Platón la realiza en el diálogo el Fedro, en él habla de la
palinodia ¿Pero en
qué consiste esta palinodia? Se trata del mito platónico del viaje del alma que
arrojará luz no sólo sobre la verdadera naturaleza del Eros, sino también sobre
el alma y las ideas eternas, principios indispensables para comprender la
naturaleza del Amor. Según enseña Sócrates el amor es primordialmente una
especie de locura, es decir una manía, que proviene de los dioses, vale decir,
divina. Es una manía porque es una emoción irracional, aunque alcanza su más
alta expresión sólo cuando se une a las claridades de la razón, por ejemplo, en
el amor filosófico de la verdad y de la belleza. Más aún, el Eros es el origen
psicológico de la búsqueda del filósofo, puesto que el punto de partida del
movimiento y la fuente principal de la acción residen en el alma.
Platón representa aquí míticamente el
alma como un auriga que dirige un carro alado, formado por dos caballos, uno
dócil y el otro obstinado. Cuando acaece la muerte, el alma se eleva hasta el
borde del firmamento y contempla las Ideas eternas que están por encima. Sin
embargo, el hacinamiento de las almas le hace perder sus alas precipitándose
otra vez a la tierra. Esta alma que ha visto las Ideas con máxima claridad se
convierte en filósofa o en amante de la belleza, en un ser inspirado, pero no
con la inspiración del artista, que está en un nivel más bajo, sino con la
inspiración del hombre culto, del sapiente en el arte de la vida.
Desde
la perspectiva platónica, cuando en la vida captamos visualmente el brillante
esplendor de la belleza, rememoramos la
Idea de la
Belleza que vimos con los ojos de alma en el mundo celeste;
sin embargo, no podemos hacer la misma percepción de la sabiduría ni de otras
realidades dignas de nuestro amor. Sólo la belleza se muestra refulgente en la
medida en que es captada por la vista que, según Platón, es el más agudo de nuestros sentidos y por esto mismo es la
más amada por todos.
Ahora
bien, aquel que no está recién iniciado o bien ha sido corrompido no puede
dirigirse desde la belleza sensible a la inteligible. Su mirada queda atrapada
por aquella forma imperfecta de belleza, entregándose al placer. Pero el recién
iniciado que ha contemplado ampliamente las cosas del mundo superior, al ver un
rostro divino, una bella imitación de la Belleza o un cuerpo de hermoso aspecto trata de
venerarlo como un dios. Tras esto vuelven a salirle alas en todo el territorio
de su alma, retornando a ese estado anterior en que poseía alas en su
totalidad.
Entonces,
el alma halla descanso en la contemplación del amado, recogiendo el dulce
placer de ese momento de unión. El iniciado ya no querrá separarse de su amado
porque para él éste es su tesoro más precioso, una maravilla que le hace
olvidar todo hasta el punto de estar dispuesto a convertirse en esclavo con tal
que se le deje junto a su amado, nos dice Platón.
Y este es el estado que los hombres llaman amor.
En
síntesis, tanto en el Fedro como en El Banquete, a pesar de sus desarrollos
diferentes, hallamos los tres mismos tipos de amantes. El más bajo de ellos
corresponde a quienes están poseídos por la pasión meramente física y egoísta.
Un poco más arriba está el amante moderado que al no ser un filósofo verdadero
termina complaciendo su impulso sexual, aún cuando lo maneja racionalmente. Y
ello debido a que su autocontrol es defectuoso. Se trata, en verdad, de un
estado intermedio y que es positivo en la medida que prepara para la vida
filosófica. Y en la cima de esta escala de amantes se halla el auténtico
filósofo, quien está más allá de toda servidumbre a lo sexual. Aquí los amantes
pertenecen al mismo sexo y su meta no es otra que la inspiración recíproca en
la investigación de la verdad y del bien. Y aunque este amor tiene un
fundamento en el instinto sexual, los amantes han tenido la fuerza y la
sabiduría para sublimarlo en una pasión por el estudio en común. Éste es,
también, el verdadero significado del “amor
platónico” del que tan imprecisamente se habla.
Pero
aquí hallamos su incompatibilidad en lo que respecta a hoy día la concepción
del amor: Su concepto del amor está claramente fundado en una atracción de tipo
homosexual, aunque esto tenga como atenuante que el amor platónico es en esencia una unión mental. Recordemos, además,
que para este filósofo las más altas manifestaciones del amor y del afecto se
dan sólo entre hombres. Con esto Platón
simplemente expresaba el sentir normal de sus contemporáneos, para quienes la
mujer era un mero ser físico, sin cualidades psíquicas que la hicieran dignas
del amor del hombre. Por esto mismo en la Grecia de Platón,
el matrimonio no podía ser más que una unión orientada a la satisfacción de las
necesidades físicas y a la procreación de los hijos. En definitiva, Platón vio en el amor una fuerza
irracional y en esa medida un valor que está por debajo de la esfera de la
razón. No conoció, por tanto, este filósofo, el verdadero Amor que está más
allá de lo irracional y de lo racional.
Hoy
día, cuando hablamos de amor platónico
nos referimos al amor en la imaginación y en la fantasía que nos proporciona el
pensamiento, en el que el amante se funde con la persona amada en lo que las
riendas de su imaginación y hasta donde se puedan o se deseen llevar. Por eso
nos enfocamos, tras la exposición de las ideas platónicas del amor, hacia lo
que hoy día se considera, y por tanto nos basaremos en lo que todos a primera
vista pensamos qué es un amor platónico.
Hay muchas personas que han vivido y experimentado en este fascinante y
creativo mundo que hoy día llamamos el del amor platónico. Estamos en el campo de personas con una gran imaginación que les
ayuda a hacer realidad sus deseos en la fantasía y en la creatividad
intelectual y emocional. En el terreno de personas que expresan sus
sentimientos a través de las artes y en el terreno de personas con una gran
introversión en su manera de actuar en la vida.
Son
amores que no son impulsivos, la parte instintiva no juega el papel principal.
No son físicos sino se caracterizan por ser más emocionales e intelectuales que
pasionales. Predomina el aspecto de afecto y sentimiento y predomina también el
pensamiento y la imaginación.
El
amor se vive no hacia fuera, sino hacia dentro. Más que el amor apasionado, es
un amor en el que hay mucha intimidad en el sentido que la persona lo vive
dentro de sí mismo.
Las
personas con una visión romántica de la vida, que están dentro de la emoción
cuando procesan la información, y las personas intelectuales introvertidas que
procesan la información a través de la intelectualidad en la observación, son
las más susceptibles de tener algún amor platónico. Los intelectuales posiblemente lo expresaran a través de sus
escritos y sus reflexiones y los románticos a través de su expresión creativa o
artística que les caracteriza.
Como
decíamos, los amores platónicos se dan sobre todo en personas que son
introvertidas románticas e intelectuales, que en ocasiones se sienten inseguros
ante al amor pulsional o físico y que sin embargo tienen una gran riqueza
interior y todo un mundo de expresión de sus sentimientos a través de la
intelectualidad. Cuando hablamos de la personalidad intelectual nos referimos a
un rico mundo de pensamientos. Estas personas también necesitan del amor, ya
que se trata de la energía y la fuerza más grande que tiene, en sus emociones,
el ser humano y por tanto se prestan a tener amores platónicos.
Los
amores platónicos hacen que se idealice a una persona en la fantasía de los
pensamientos y con sentimientos de amor hacia ella, de una manera muy creativa.
En el pensar y el sentir nadie es testigo, por lo tanto uno puede dar rienda
suelta a la imaginación sin límites de realidad ni de posibles discusiones ni
censuras.
El
amar de una manera platónica por lo general se asocia con una cierta
frustración unida a la esperanza de un encuentro con la persona amada en la
realidad, a través de la fantasía y en la imaginación.
Se
manifiesta también como una necesidad de tener lo ideal y no tener que pasarlo
por el filtro de la realidad.
También
se manifiesta como una frustración de una realidad no consumada. Por un lado se
mantiene la ilusión en la imaginación, pero por otro se clama el hecho de no hacer
realidad tales fantasías y tales sueños con la persona amada. Esto hace que la
expresión de los sentimientos sea por un lado de tristeza y por otro de
esperanza con un gran contenido en la ilusión.
Para
una definición más exacta de lo que puede ser un amor platónico
apuntaremos a los siguientes aspectos:
·
No tiene matices.
·
No tiene negociación.
·
No tiene detalles sucios.
·
Esta fuera del tiempo: no envejece.
·
No cambia de humor.
·
No da lugar a discusiones.
·
Es limpio, puro y está siempre en suspensión.
A
veces se da en el amor romántico porque se tiene la sensación de haber perdido
la batalla y puede producirse como una reacción al desamor, del cual hablaremos
en un tema aparte en este blog.
Estadísticamente
hablando es más propio de hombres que de mujeres. Esto tiene una explicación,
la mujer tiene menos bloqueos a la hora de expresar sus sentimientos, por ello
es más propio del hombre expresarlos a través de idealizaciones y fantasías que
basándose en la realidad.
Como
todo amor, el amor platónico es un
sentimiento, un sentimiento muy dulce en el que la persona amada está
idealizada y forma parte de un sueño. A este sueño o a esta ilusión se le da la
forma que la imaginación, acompañada de la emoción resuelve darle día a día.
Muchas veces parece una pena que ese sueño se convierta en realidad, ya que las
realidades y la vida cotidiana “desilusionan” como todos sabemos. Por tanto
siempre existe una tendencia a no querer hacerlo realidad por miedo a que no
encaje luego en la realidad imaginativa que resalta el hecho de que uno puede
darle la forma y el fondo que desee.
El amor platónico crea una ilusión en un
mundo que tiende a la desilusión y al desamor, y es inspiración de poetas y
artistas a lo largo de todos los tiempos. Además dar rienda suelta a la
imaginación y potencia la creatividad en la expresión, tanto en las artes como
en la literatura y en concreto en la poesía.
Se
potencia la creatividad de imágenes, escenas y sentimientos nobles.
Cuando
se trata de amar es bonito que exista el amor platónico para saber bien qué se desea en el amor y puede ser muy bueno
para luego poder amar de verdad, ya habiéndose conocido uno mismo en la
fantasía y en el deseo. En esta fantasía se revuelven los pensamientos unidos a
la emoción del amor, y por tanto consideramos que es un buen camino de
conocimiento de uno mismo en este plano.
En
un medio social que tiende a la información de sucesos negativos del mundo,
tener una ilusión por el amor tranquiliza y relaja la mente y el espíritu de
las personas. Además estamos en el camino de la visualización para luego poder
hacer realidad los sueños.
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